«Las personas con Down pueden hacer casi de todo, solo necesitan cariño»
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La artista vallisoletana emerge del pozo de la enfermedad con una obra para
valientes y con el entusiasmo de nuevo a flor de piel
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No está demostrado
científicamente que la profesión convierta a las actrices en seres exultantes
de una vitalidad desbordante o si, por el contrario, son las personas
especialmente apasionadas y llenas de ganas de vivir las que se sienten
atraídas por la interpretación. En cualquier caso, entre un ramillete de damas
de la escena española entregadas en cuerpo y alma a exprimir los sabores de la
vida y el trabajo se encuentra sin duda Concha Velasco. Hace poco más de un año
la artista vallisoletana regresaba a su tierra y a su teatro, el Calderón, para
interpretar otro papel grande y arriesgado, el de Hécuba. Llegaba en un momento
pletórico de su carrera en el que difícilmente podía imaginar el calvario que
la esperaba a la vuelta de la esquina. Una serie de dolencias, incluido un
linfoma, la hicieron pasar cinco veces por el quirófano en menos de dos meses.
Admitió haberse hundido y tardó unas semanas en volver a ser esa persona
optimista y luchadora que siempre fue. Ahora, después de haberse enfrentado a la
enfermedad y salido victoriosa, vuelve a su frenética actividad, solo moderada
por prescripción facultativa, metida en una función valiente y arriesgada,
ideal para una actriz que huye de medianías. Este fin de semana protagoniza en
el Calderón, junto a un actor con síndrome de Down, ‘Olivia y Eugenio’.
–Ya lleva varios meses con esta obra ¿cómo está funcionando?
–Está yendo maravillosamente, desde que estrenamos a finales del año pasado
estamos llenando los teatros y a la gente le gusta mucho. No es de extrañar,
porque es un texto hermosísimo y además, la novedad de que dos actores con Down
estén haciendo seguida una obra de teatro es muy emocionante.
–¿Es muy difícil trabajar con sus nuevos compañeros?
–En los ensayos me costó mucho, porque era la primera vez que trabajaba con
actores con Down y José Carlos Plaza –el director– es muy exigente. Pero eso ya
está superado y ahora lo paso muy bien, tanto que, como solo hago una función
–por prescripción médica–, cuando la termino me quedo con ganas de hacerla otra
vez.
–¿Cómo es esta ‘Olivia y Eugenio’?
–Es un texto bellísimo y enriquecedor, un canto de amor que lanza un
mensaje de esperanza. Me da un poco de miedo contar la historia por si puede
causar rechazo en el público pero es que, aunque empieza como un drama, termina
de una forma alegre y entrañable.
–Haga un esfuerzo...
–Es una mujer que tiene un hijo con síndrome de Down a la que diagnostican
un cáncer terminal y eso la hunde y la convierte en un ser depresivo que solo
piensa en el suicidio. Sin embargo es su hijo, que no reconoce a una mujer tan
seria y antipática, el que se acerca a ella, juega con su madre y acaba
salvándola, a ella y a sí mismo, a través del amor que entrega a raudales, como
todos los Down.
–¿Qué hay detrás de esa historia?
–Tiene mensajes sociales muy potentes, como el de plantear los errores en
que incurrimos al considerar a determinada gente normal, como esas personas tan
ambiciosas que solo piensan en enriquecerse. ¿Acaso los corruptos son gente
normal, o los terroristas que cometen las barbaridades que vemos a diario? Pero
también habla de otras cuestiones candentes, como la eutanasia.
–O sea, que hay mucha actualidad...
–Es todo tan actual que parece que la obra está escrita cada día. A veces
nos preguntan los espectadores si hemos añadido ese día alguna parte del texto,
de lo actual que les parece... y eso que se estrenó en Perú hace cuatro años...
Es muy emocionante... hemos tenido colegios en el patio de butacas y veías cómo
les emocionaba y captaba su atención.
– Hace nada se celebraba el Día Mundial del Síndrome de Down para
reivindicar que son personas capaces de casi todo.
–Pueden hacer prácticamente de todo y lo único que necesitan es que se les
quiera. El momento más duro es cuando le dicen a la madre que va a tener un hijo
con Down, pero es mucho más frecuente de lo que parece, de hecho uno de cada
800 partos es de un niño down. Todo el mundo tiene algún caso cercano, yo por
ejemplo, tengo una prima en Logroño, Laura que, como muchos, puede llevar una
vida perfectamente normal.
–¿Y sobre el escenario?
–Bueno, eso es distinto, porque ellos quieren ser actores y de hecho ahí
están. Lo hacen fenomenalmente, cada vez mejor y nos queremos mucho.
–Creo que algunas similitudes del personaje con su vida real la dejaron
algo aturdida al principio...
–Bueno eso fue solo al principio porque había alguna pequeña coincidencia y
yo estaba todavía convaleciente y me costaba. Pero ahora Olivia se queda en el
escenario y es un personaje maravilloso que me enriquece mucho. Incluso en
ocasiones pienso que me gustaría parecerme más a ella.
–¿Qué tal lleva la recuperación?
–Estoy estupenda y solo tengo que tener un poco de cuidado con la
alimentación. De lo que ya no puedo disfrutar es del vinito de mi tierra. Pero
bueno, al hospital no tengo que ir hasta octubre.
–Usted que se metió en el papel de Santa Teresa ¿cómo vive la celebración
de su Quinto Centenario?
–Creo que es mi mejor trabajo como actriz y uno de los mejores papeles de
todos los tiempos. Desde que la hice para televisión en 1983 casi no la he
dejado, estoy todo el día con ella.
–También se reivindica la actualidad de su obra.
–Es una gran suerte poder leer a Santa Teresa. El rodaje de la serie de
televisión tuvo que retrasarse cuatro meses porque tuve un desprendimiento de
retina y lo pasé fatal. Pero la he seguido leyendo todos estos años y de hecho
‘El libro de la vida’ es mi libro de cabecera. Aquello de ‘Vivo sin vivir en
mí’ es la mayor declaración de amor que jamás se haya hecho.
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